Los pueblos Awajún y Wampis pertenecen a la familia etnolingüística Jíbaro, junto a los Achuar, Kandozi y Shuar en el Ecuador. Se encuentran habitando por toda el área noroccidental de la Amazonia peruana en las cuencas de los ríos Alto Marañón, Mayo, Pastaza, Morona y Santiago. Sus lenguas maternas son el Achuar-shiwiar, el Awajún y el Wampis. son de los pueblos originarios, segundos dentro de los más poblados. Según el antropólogo Jaime Regan, los Jíbaros se extendían desde la sierra de Ayabaca y sierra sur de Ecuador, hasta la ceja de selva de los ríos Santiago y Marañón, su forma de asentamiento es dispersa. La organización social reconocía a los jefes de unidades familiares. En casos de amenazas o conflicto con otros pueblos las estrategias y organización giraban en torno a la decisión de los clanes.

Se conoce que durante la expansión del Tawantinsuyu, los Incas realizaron expediciones para conquistar nuevas tierras. Los Jíbaro rechazaron estas invasiones y defendieron sus territorios. Por ello se consideran que tiene una tradición guerrera. Situación que llevo a que otros pueblos acudieran en su ayuda para resistir a los Incas. Previamente a los Incas, resistieron a los Mochicas, durante largos periodos hasta que lograron un acuerdo de convivencia. Según estudios (Brown 1984) por algún tiempo los españoles establecieron relaciones pacíficas con los Jíbaros. Sin embargo, la ambición por el oro existente en los territorios Jíbaro, los llevo a la explotación y esclavitud de los indígenas, situación que significó luchas de resistencias. En 1598, los Jíbaros en una rebelión liquidaron al gobernador; y a otros patrones españoles, ocupando la ciudad: Ciertamente, esta rebelión demostraría que los Jíbaros lograron organizar una fuerza que incluía guerreros de todos los territorios. Los españoles se vieron obligados a ceder el control territorial a los indígenas por largo periodo de tiempo. Los Jíbaros mantuvieron el control de sus territorios durante la época colonia.

Resistencia a la política del perro del hortelano

Como vemos en los antecedentes históricos de los Jíbaros, ayer y hoy Awajún y Wampis, vienen de una larga tradición de resistencias en defensa de sus territorios, de manera que cuando el desaparecido Presidente Alan García, escribiera sus artículos, en el diario El Comercio, en 2007, usando la metáfora del “perro del hortelano”, anunciando la que sería su política respecto de los territorios indígenas amazónicos, no debe por tanto sorprendernos el hecho que los Awajún y Wampis y sus hermanos de otras zonas de la selva peruana, hayan resistido a la aplicación de los decretos legislativos dados por el Régimen del Alan García, al amparo de facultades delegadas por el Congreso de la República de aquel entonces. Como sabemos fueron emitidos 102 Decretos Legislativos; que buscaban aplicar el neoliberalismo en dichos territorios, propiciando concesiones de éstos al gran capital transnacional; bajo el subterfugio de alcanzar el progreso de la selva peruana supuestamente vacía, sin vida y llena de ingentes recursos naturales llamados a ser puestos en valor económico.

Ciertamente esta política, se inscribe dentro de la lógica de la globalización, como expresión de una cultura homogeneizadora con pretensiones de universalidad, versus la vigencia, el respeto y reconocimiento de la diversidad cultural y de las identidades étnicas propias de los pueblos originarios.

En este contexto, para los pueblos amazónicos, la frase “perro del hortelano”, significó un insulto que les llegaba desde la mas alta autoridad del país; y al mismo tiempo, pretendía arrebatarles sus tierras. En este contexto, no debe sorprendernos el hecho que los Awajún y Wampis y sus hermanos de otras zonas de la selva peruana, hayan resistido a la aplicación de los decretos legislativos dados por García, En realidad, la política del perro del hortelano representa una tendencia en nuestro país, no es sino la expresión, bajo nuevas formas, de la confrontación históricamente no resuelta entre la llamada cultura moderna y las culturas originarias. A partir de este conflicto histórico cultural fundamental, es que los gobiernos desarrollaron sus políticas “sin o en contra” de, los llamados ´indios´, tal como lo calificara un gran pensador latinoamericano como José Carlos Mariategui a principios de siglo XX.

En la Amazonia peruana, en otros tiempos se tejieron “los mitos de la homogeneidad” o el inmenso “Infierno Verde”, el del “Vacío Amazónico”, el de la “Inmensa Riqueza y de la Extrema Pobreza”, el del “indígena como freno u Obstáculo” para el desarrollo, o el de “Pulmón del Mundo”, el de una tierra de desfogue para los problemas periféricos, una suerte de “tierra prometida” y hasta la pretensión de su “Internacionalización”.

Alberto Pizango, entonces presidente de AIDESEP, respecto del Baguazo nos dio: “…Hay un antes y un después de Bagua…un antes en el que el Estado Peruano no quiso y no supo escuchar la propuesta de los pueblos amazónicos y que generó que se agudicen los hechos hasta llegar a estos sucesos, que lamentablemente ha cobrado vidas humanas innecesarias… Digo un después de Bagua, porque que luego de la movilización amazónica puedo decir que hoy “…en día la agenda indígena no sólo está insertada a nivel nacional y del Estado, sino a nivel internacional… Asimismo el convenio 169 debe ser un instrumento de acción para que el Estado Peruano de cumplimiento a los derechos que los pueblos y los ciudadanos peruanos estamos exigiendo…”.

En junio próximo se cumplirán 11 años de los dramáticos sucesos del Baguazo, tiempo más que suficiente para preguntarnos cuales son lecciones que debemos aprender, no solamente para que no se repitan, sino para encarar de manera firme un nuevo tipo de relación entre el Estado y la sociedad peruana con los pueblos indígenas; veamos El conflicto entre las comunidades indígenas amazónicas y el gobierno central que tuvo lugar entre el 2008 y 2009, ha sido el más largo y el de más graves consecuencias que haya enfrentado el Perú en los últimas décadas.

El Baguazo puede ser visto como un parte aguas, es decir, un ante y después de Bagua, lo más saltante del conflicto, ha sido la visibilización de los pueblos indígenas como actores de su propia historia, con capacidad de incidencia para la atención de sus demandas y propuestas. En este marco uno de los aportes significativos del movimiento indígena amazónico, tiene que ver con el cambio de la agenda política nacional, derechos colectivos de pueblos indígenas, biodiversidad y recursos naturales, consulta previa, territorio, medio ambiente, entre otros, forman parte del debate nacional.

Por ejemplo, la aprobación por unanimidad del Congreso de la República de la Ley de Consulta previa, Ley 29785 representa el reconocimiento público de la legitimidad de la agenda indígena, aun cuando dicha ley y su reglamento, en algunos casos han restringido y en otros han negado el derecho a la consulta. No obstante, estos avances, las tensiones entre las organizaciones indígenas y el Estado no ha logrado desaparecer se mantienen, obviamente dentro contextos diferentes.

Los gobiernos de turno, no han aprendido las lecciones de los dolorosos sucesos de Bagua, lejos de llevar a cabo políticas orientadas a la recuperación de la confianza de los pueblos indígenas, han continuado aplicando el modelo extractivista primario-exportador. Flexibilizando cada más vez los estándares ambientales.

La Amazonia por ser la masa mas extensa de bosques tropicales del planeta y por ser una región supuestamente poco intervenida por el hombre, es objeto de alto interés mundial y de interese encontrados sobre su futuro. Para muchos la Amazonia es un espacio que debería permanecer intocado, para asegurar el equilibrio ambiental a nivel global. Diversas organizaciones mundiales y nacionales consideran que debería permanecer como una especie “reserva mundial”, incluso algunas de las potencias de la globalización han llegado a plantear su “internacionalización”.

Para los países de la región, “la Amazonia es depositaria de importantes recursos naturales”, cuya extracción constituye una esperanza para el desarrollo. Una esperanza para salir de la pobreza. La Amazonia es también hogar de 400 pueblos originarios, cuya antigüedad se remonta a los 10,000 años de existencia. Sus culturas y conocimientos constituyen valiosos aportes al desarrollo de la cultura universal como de la ciencia y la tecnología.

La Amazonia se presenta hoy como una región de contradicciones y problemas crecientes en los aspectos económicos, políticos, sociales, culturales y ambientales: En lo referente al uso de los recursos naturales es sumamente preocupante la sobreposición de intereses agropecuarios, forestales, Hidrocarburíferos, mineros, infraestructura, urbanos, indígenas, extractivistas y de conservación con los consecuentes problemas sociales que con frecuencia conducen a conflictos latentes, como el de Bagua con su secuela dramática de muertes y heridos de policías e indígenas, como consecuencia de la dación de una serie de Decretos Legislativos inconsultos.

La falta de oportunidades de desarrollo pese a la probaba rentabilidad económica, inequidad en la distribución de los beneficios, adema de ausencia de ordenamiento territorial. Desarrollo exógeno y sesgado de la realidad: centrado en alterar los patrones de vida indígenas, no ha satisfecho las necesidades esenciales de la población indígena. La educación se basa en contenidos ajenos a la realidad amazónica: la vivienda (maloka) no ha sido revalorada en sus cualidades tradicionales, ni fomentada. Se ha descuidado la salud ambiental, y se presenta con fuertes repercusiones sobre la salud de la población por la introducción de nuevas enfermedades (cólera, SIDA, COVID 19).

La alteración de los patrones de alimenticios ha generado una creciente dependencia de alimentos extraregionales.

A poco más de una década del Baguazo, los sabios y sabias de los pueblos originarios en nuestro país interpretaron y describieron con lucidez y premonitoriamente la realidad del mundo actual (del mundo que sobrevino a su conquista y dominación) como un mundo del desequilibrio, de la No Unidad, del “mundo al revés”, que llevaría a la humanidad al suicidio y al ecocídio del mundo natural. Desde su mitología identificaron la Utopía de sus pueblos Quechuas y Aymaras en relatos míticos como el “Pachakutic” y el “Inkarri”, mitos que hoy siguen vigentes y recorren las alturas de la cordillera andina; o en los mitos amazónicos de la “Loma Santa” o la “Tierra Sin Mal” que recorren los ríos y llanos y viven en las poblaciones originarias de nuestra gran cuenca amazónica.